(Crónica del falso divorcio con la homofobia)
La primera fue la media sanción que obtuvo hoy por la madrugada, en la Honorable Cámara de Diputados, el proyecto de ley de Reforma del Código Civil que permitirá contraer matrimonio a personas del mismo sexo (la llamada “ley de matrimonio gay”). Entre sesiones frustradas y proyecto paralelos, finalmente se aprobó en Diputados este proyecto. Cientoveintipico a pavor, cientoypico en contra, peleadito, podría decirse.
Los bloques más importantes optaron por una estrategia fácil e irresponsable: la de no tomar postura como bloque, como espacio político, la de dejar a libre elección de cada legislador el carácter positivo o negativo de su voto a esta medida. Las razones con las que se argumentó esta postura fue que un debate de este tipo se basa en aspectos personales de la vida de los legisladores, así como también de los involucrados en esta medida (que cabe aclarar que se trata de toda la sociedad), y que, por esta razón, no podían tomar la responsabilidad de sentar posición como fuerza política. Esta argumentación resultó útil para justificar la homofobia (o, por lo menos, la tolerancia hacia la misma) de los sectores políticos mayoritarios en nuestro Congreso. Resulta útil, también, para soslayar una cuestión central en el debate por la ley de matrimonio, y por todas las reivindicaciones en materia de diversidad sexual: que el reclamo de igualdad social y jurídica para todas las personas, no importa su identidad sexual o de género, ES UNA CUESTIÓN POLÍTICA. El hecho de que millones de personas en este país (y, por supuesto, en todo el mundo) deban elegir entre la invisibilidad más opresiva o la exposición más agresiva como únicas opciones de expresión de su identidad sexual o de género, es una manifestación más de la acción de opresión en que se basa la dinámica social en todo el mundo, esa que legitima ésta y otras marginaciones, la misma que condena a la esclavitud a millones de niños, la misma que le da el visto bueno a todas aquellas muertes de mujeres y niñas, causadas por el imperdonable pecado de querer decidir sobre sus cuerpos.
Algo queda pendiente en esta discusión (en donde se planteaban válidos todos los argumentos, incluso aquellos más denigrantes), y es la necesaria diferenciación entre lo discriminatorio y lo no-discriminatorio. Y no hay mucha vuelta que darle: cada voto negativo o abstención (porque a abstención es un voto negativo, con la diferencia de que se construye en base a negligencia política) fue discriminatorio. Cada legislador que habló en representación de las leyes naturales, o en nombre de la voluntad de Dios, llevó a cabo un acto discriminatorio de los peores que existen: aquel que la ley contempla, aquel que esta democracia precaria adrede, permite sin cuestionar y, menos, condenar.
Dios también creó a Sodoma, aunque para destruirla. Y ahora la estamos reconstruyendo.
Algo más quiero decir: NO PUDIERON. Todos los que querían dejarnos enterrados en el desamparo jurídico, no lo lograron. Ayer, se impuso, casi por primera vez en este tema, la justicia obvia. Pero fue por la mitad, falta el ala más retrógrada del Congreso, el Senado, ese cuerpo de buitres que sirve de guillotina a toda medida un poco mejor que toda la mierda a la que estamos acostumbrados. No se termina acá, la Reforma al Código Civil es sólo un avance en la lucha por la igualdad jurídica y social. Faltan muchas cosas: la ley de Identidad de Género, la legalización del aborto, y muchas otras. Y aquí viene una pregunta (la ultima por ahora) que ronda por mi cabeza de forma continua: ¿cuándo saldremos a la calle todos los putos, tortas y travestis a reclamar a fuerza de grito harto lo que nos corresponde? ¿Cuándo nos apropiaremos de esta lucha? ¿Cuándo dejaremos de depender de la voluntad personal de unos cuantos homofóbicos avergonzados?
miércoles, 5 de mayo de 2010
martes, 4 de mayo de 2010
Constancia - Inconstancia
¿En qué terrible empresa me embarqué cuando decidí poner mis letras aquí? Mi decisión es, sin duda, la de enfrentar un tremendo desafío. ¿Cuánto tiempo el hombre promedio sostiene su palabra? Definitivamente, las cifras serían aterradoras si nos propusiéramos calcular.
Ahora, yo, en un lugar tan simple como esta ausencia de espacio, tengo que sostener una decisión que se concreta en algo no tangible, que sólo depende de mí. No depende de mis editores, ni mis correctores, ni del flujo del mercado, el riesgo país, ni de un golpe de Estado. Sólo queda mi decisión continua de seguir con esto (como con tantas cosas). Sólo queda la inercia de haber difundido mi decisión entre mis pares, que es la que me llevará, eso espero, a geenerar la palabra, MI palabra.
Pero, ¿hice bien o me condené?
Porque si lo logro, tal vez sólo sea por el envión primero, por el eterno lugar común del "ya fue", que nos vive dirigiendo la mirada y la accción.
Pero si no lo logro, habré caído en la propagación pública de mi incompetencia, de mi inconsistencia y de mi fragilidad de espíritu.
¿Qué prefiero? Prefiero que se me juzgue por lo real. Prefiero que, al desmenuzar mi palabra publicada, nadie pueda decir que fallé; que cuando alguien lea con el ceño fruncido, poco a poco se desfrunza, hasta regalarme un gesto serio de comprensión.
Sólo eso quiero.
Quiero mucho.
Ahora, yo, en un lugar tan simple como esta ausencia de espacio, tengo que sostener una decisión que se concreta en algo no tangible, que sólo depende de mí. No depende de mis editores, ni mis correctores, ni del flujo del mercado, el riesgo país, ni de un golpe de Estado. Sólo queda mi decisión continua de seguir con esto (como con tantas cosas). Sólo queda la inercia de haber difundido mi decisión entre mis pares, que es la que me llevará, eso espero, a geenerar la palabra, MI palabra.
Pero, ¿hice bien o me condené?
Porque si lo logro, tal vez sólo sea por el envión primero, por el eterno lugar común del "ya fue", que nos vive dirigiendo la mirada y la accción.
Pero si no lo logro, habré caído en la propagación pública de mi incompetencia, de mi inconsistencia y de mi fragilidad de espíritu.
¿Qué prefiero? Prefiero que se me juzgue por lo real. Prefiero que, al desmenuzar mi palabra publicada, nadie pueda decir que fallé; que cuando alguien lea con el ceño fruncido, poco a poco se desfrunza, hasta regalarme un gesto serio de comprensión.
Sólo eso quiero.
Quiero mucho.
domingo, 2 de mayo de 2010
Hola a todos.
Esto es una bienvenida. Bienvenidos a este nuevo espacio.
Yo también soy bienvenido. Aquí verán mis palabras, y no tanto mis silencios, lamentablemente.
Y también podrán ver, aquellos que sean capaces de ver más allá de lo visible, lo que me conforma, de lo que estoy hecho, esa basura que muchos llaman "ideas" y que yo prefiero llamar esencia.
Espero lograr ese cometido, porque de ser así, estaría logrando mucho más de lo esperado. Porque ir directo al sentir de alguien es tan difícil como no tener fantasías homicidas contra gran parte de la humanidad.
Espero incomodarlos, hacerlos odiar mis palabras, querer seguir leyendo, llorar, por las razones que sea.
Y ahora los dejo, hasta las próximas palabras, que vendrán pronto, porque me brotan solas del cerebro, me manejan y me hacen estallar...
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