¿En qué terrible empresa me embarqué cuando decidí poner mis letras aquí? Mi decisión es, sin duda, la de enfrentar un tremendo desafío. ¿Cuánto tiempo el hombre promedio sostiene su palabra? Definitivamente, las cifras serían aterradoras si nos propusiéramos calcular.
Ahora, yo, en un lugar tan simple como esta ausencia de espacio, tengo que sostener una decisión que se concreta en algo no tangible, que sólo depende de mí. No depende de mis editores, ni mis correctores, ni del flujo del mercado, el riesgo país, ni de un golpe de Estado. Sólo queda mi decisión continua de seguir con esto (como con tantas cosas). Sólo queda la inercia de haber difundido mi decisión entre mis pares, que es la que me llevará, eso espero, a geenerar la palabra, MI palabra.
Pero, ¿hice bien o me condené?
Porque si lo logro, tal vez sólo sea por el envión primero, por el eterno lugar común del "ya fue", que nos vive dirigiendo la mirada y la accción.
Pero si no lo logro, habré caído en la propagación pública de mi incompetencia, de mi inconsistencia y de mi fragilidad de espíritu.
¿Qué prefiero? Prefiero que se me juzgue por lo real. Prefiero que, al desmenuzar mi palabra publicada, nadie pueda decir que fallé; que cuando alguien lea con el ceño fruncido, poco a poco se desfrunza, hasta regalarme un gesto serio de comprensión.
Sólo eso quiero.
Quiero mucho.
Ahora, yo, en un lugar tan simple como esta ausencia de espacio, tengo que sostener una decisión que se concreta en algo no tangible, que sólo depende de mí. No depende de mis editores, ni mis correctores, ni del flujo del mercado, el riesgo país, ni de un golpe de Estado. Sólo queda mi decisión continua de seguir con esto (como con tantas cosas). Sólo queda la inercia de haber difundido mi decisión entre mis pares, que es la que me llevará, eso espero, a geenerar la palabra, MI palabra.
Pero, ¿hice bien o me condené?
Porque si lo logro, tal vez sólo sea por el envión primero, por el eterno lugar común del "ya fue", que nos vive dirigiendo la mirada y la accción.
Pero si no lo logro, habré caído en la propagación pública de mi incompetencia, de mi inconsistencia y de mi fragilidad de espíritu.
¿Qué prefiero? Prefiero que se me juzgue por lo real. Prefiero que, al desmenuzar mi palabra publicada, nadie pueda decir que fallé; que cuando alguien lea con el ceño fruncido, poco a poco se desfrunza, hasta regalarme un gesto serio de comprensión.
Sólo eso quiero.
Quiero mucho.
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